Cerillas y caricias.
Palabras más sabias que mi razón.
Señales que llegan antes de hora.
Un cuerpo que se me entrega.
Una cabeza sin norte.
Ella desnuda y aburrida de escucharme.
Tacto para no hacer de mi autoestima un bote a la zozobra.
Una mujer que me lo da todo.
Una maleta que no se puede cerrar.
Los abrazos de la redención.
Una polla que se olvidó cómo usar condones.
Un corazón que pretende ser santo.
Un cerebro intoxicado por la televisión.
Un ángel desorientado llamando a mi puerta.
Un suicida que desea que el Dios al que reza no sea su semejanza.
Unos besos que sustituyen otros besos.
Una promesa que pesa más que mi mejor futuro.
Una psicología que me diagnostica culpa sin culpa.
Un oyente que me llama cuenta cuentos.
Una muchedumbre que dice tener la clave.
Una felicidad fabricada por el equilibrio de una aburrida rutina.
Una rebeldía que no sirve absolutamente para nada.
Unos ojos que mezclan certezas y falacias.
Una experiencia que no diferencia cual es cual.
Otro puedo pero no quiero pendiente del capricho del niño.
Una mujer sincera como un padre bueno.
Un hijo a la deriva que escucha a Freud rechinar los dientes.
Una necesidad de resolverlo todo.
Una carencia de lecciones impartidas desde el corazón.
Miedos y más bolsas de miedos a hacer daño.
Ella los suyos, yo los míos y juntos los de los dos.
Un camino que elegir para llegar a alguna parte.
Unos pasos que dependen de otras mujeres y otros hombres.
La serpiente que tentó los egos en el árbol de las restas.
Dos almas que no tienen claro como se ha de sumar.
Discursos que dictan que así está escrito.
Sabios que para serlo deben dejar de pensar.
Unos versos que no vienen de ningún lugar conocido.
Un poema que no gustó a la musa.
Un constante rumiar del ganado que me alimenta.
Un continuo debate entre la lucha y la rendición.
Un ¿Por qué no me la follo y punto?
Un no sé qué del respeto y de que hay algo más.
Un hombre que ni siquiera se rinde.
Un no saber cual de todas mis guerras quiero ganar.
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