Tal vez porque ella había dejado de estar a mi lado.
Tal vez por lo que sea.
En realidad, mi Princesa jamás perteneció
a las calles de Chueca,
Callao, Sol, Tirso de Molina o Lavapies.
Ni siquiera la tuvo alguna vez
el prestigioso barrio de Arturo Soria.
Quise pensar que aquella musa
solo había sido otro juguete de mi imaginación...
Pero mi fantasía, siempre de su parte,
se esforzaba en recordármela jugando peligrosa
en otras timbas de amor de primera.
Por eso el dolor, de la mano
de los besos de esa raza de mujeres,
terminó por convencerme
de que había sido tan real
como lo que en ese momento sentía
en las calles de la capital.
Probé a buscar alguna dama
que tuviera su tenderete de magia y nudos abierto.
Pero solo tropezaba con carteles de se vende y se alquila...
éstos últimos con una leyenda que rezaba...
Abstenerse hombres enamorados.
Aún así lo intenté.
Y la hallé... pero no era su tipo.
Por lo visto,
un hombre que trata de olvidar un cuerpo
en brazos de las putas no resulta buen cliente.
Por lo visto,
si lloras delante de alguien a quien pagas por gemir
le obligas a apiadarse de ti
y eso solo lo practican
las aficionadas al sado maso.
Otrora me hubiera importado.
Ayer mismo hubiera retrasado las manecillas
de mi reloj de pulsera
para que los malditos pájaros del amanecer
siguieran siendo búhos.
Pero no tenía tiempo de enredar mis dedos en Kronos.
Y además, me había dejado el reloj en la mesita
de la cama de aquella que, aunque me cobró,
no quiso hacerme lo que le pedía
alegando, que lo que buscaba, tonto de mí, solo era amor.
Así que... si había que irse a casa se iba.
Si había que renunciar a lo que esperaba...
se renunciaba.
Si Madrid dormía porque el rey ha abdicado
que despierte de una vez
que no hay quien se tome una copa más allá de las doce.
Lo que buscas no está esperando que lo halles.
Lo que necesitas te encontrará si le da la jodida gana.
Lo que te mereces ha de coincidir con lo que tus ex
crean que debe ser merecido...
solo así, puede que el universo se acuerde de dártelo.
Resumiendo: olvídate de merecer algo.
Todo lo demás…
buscar basura en la cama de cartón piedra
de la mujer que ya sabe demasiado sobre ti.
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