Buscas soluciones donde tus miedos te permiten mirar.
La esperanza va y viene como la peor y más frívola de las amantes.
Los días no significan nada por sí solos
y pretendes explicar tu existencia
confiando en religiones, gimnasios y dietas.
Luego vienes a mí y me preguntas
¿Cómo lo haces?
¿Por qué a ti no parece salpicarte nada de lo que te rodea?
Te miro con ternura y le doy gracias a lo que sea, en silencio,
por haberte hecho tan bella y tan cercana a mí.
Te impacientas ante mi ausencia de palabras
y me acusas de irresponsable, inconsciente y cobarde.
¡Cobarde! me llamas por no enfrentarme a la vida
como te enseñaron en la escuela que hay que hacerlo.
Dudo de si enfadarme contigo por atacarme
o conmigo por no haberte podido enseñar
lo que a mí me sirve.
Te miro con ternura y le doy gracias a lo que sea, en silencio,
por haberte hecho tan bella y tan cercana a mí.
Te alejas indignada e incomprendida
y solo se me ocurre esperar a que un día,
entiendas que un problema tiene mil soluciones
y que cada solución abrirá mil problemas nuevos.
Esperar otra cosa es ser idiota perdido.
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