domingo, 4 de septiembre de 2022

hambres, intenciones y espiritualidad.

 




El predicador se disfrazó de puta.

Por cada cliente que se le acercara

usaría un sermón para redimirlo.

El primer putero no aguantó la perorata

y arrojó su dinero por la ventanilla del coche

en un gesto de desprecio.

El predicador lo recogió

y agitándolo al cielo

lo bendijo para dar comida a los pobres.

Trescientas noches más tarde

había construido su iglesia.

Ya si eso, luego… iría al supermercado.




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